Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco y cada vez que veía pasar a alguien al otro lado estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo más y le preguntó al preso:
-Oye, hombre, ¿a qué viene esas risotadas día tras día?
Y el preso contestó:
- ¿Cómo que de qué me río?¡ Pero estás ciego! Me río de todos esos que están ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?
Cuántas veces no estamos en esta misma situación, buscando culpables afuera, buscando excusas, mirando la vida de los demás, negando, juzgando, criticando desde la acera de enfrente de nuestra vida, sin ver nuestra propia realidad... esta es una posición muy personal, y es precisamente que no le encuentro mucho sentido al acto de confesarse ante otro ser que también tiene debilidades como yo, y creo firmemente en el poder de tratar de hacer el bien, el de luchar día a día con sentimientos de celos, envidia, codicia, y simplemente ser feliz y hacer feliz a la gente que me ama, evidentemente cada quien debe hacerse cargo de sus emociones pero me refiero a cuidar, consentir, querer y proteger como actos de amor que generan felicidad. Por ello un primer gran paso para poder perdonar y para enfrentar las situaciones más desafiantes es ACEPTAR, aceptar que las cosas son de ese modo y no como queríamos que fuera, que no siempre tenemos la razón, y que no somos perfectos y así mismo nadie lo es, si quieres aprender a perdonar empieza contigo, SI, PERDONATE por todas aquellas veces que fuiste tan severo y tan duro contigo mismo, perdonar es liberar, es librarte de todos esos sentimientos negativos que te impiden llegar a ser quien eres...
Así que, cuando sientas que la acera de enfrente está muy fea, insegura, descuidada, pregúntate siempre si no eres tu la persona que está de ese lado, si es tu acera la que precisamente estás juzgando... Que tengas un feliz día.
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