Dependiendo de varios factores la queja puede ser lo que finalmente conlleva a pedir ayuda en distintos ámbitos, al médico, al abogado, al profesor, al adivinador... pero ¿cuántas veces la queja pareciera una especie de hábito, disciplina, arte o deporte?, cuánto tiempo invertido en quejarse de la situación, del país, del marido, del jefe, de los hijos, y aparte estos personajes tan habituados no lo hacen a solas, por lo general buscan otros vampiros emocionales para reforzar el discurso y entonces de pronto te encuentras enredado en medio de una conversación de ascensor tipo: ¿pero viste que no han arreglado el otro ascensor?, si claro, y con lo mal que está todo, pero mira ¿cuándo limpiaran el espejo? y la conserje... etc. este cuento puede alargarse exponencialmente de quejas, y ¿que pasaría si por una hora al menos dedicáramos el mismo tiempo a agradecer? o mejor ¿a perdonar?.
Hoy siempre es un buen día para comenzar, hoy que puedes leer este artículo, puedes conectarte emocionalmente, estás respirando, tienes tiempo para reflexionar, cosas simples para agradecer ¿verdad?, hoy te invito a que con el corazón en la mano disfrutes la experiencia de agradecer todo lo que eres ahora, y también a perdonar desde lo más profundo de tu alma aquello que no te deja en paz, muchas veces es a nosotros mismos, por tratarnos con rudeza, juzgarnos severamente más de lo que cualquier extraño lo haría o exigirles a los demás una perfección de la que nosotros carecemos, ¿cuántas heridas de la infancia tenemos a cuestas hoy en la adultez?, ¿cuánto amor y atención le exigimos a nuestra pareja pero en forma del padre o la madre que no nos dió lo que necesitábamos?... perdonar y agradecer como hábitos.
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